Los capos más buscados son reconocidos por usar sobrenombres que aluden a su aspecto físico, gustos, momentos de sus vidas, apellidos, su jerarquía o su forma de matar
En el mundo del narco, los principales capos no son recordados por su nombre sino por sus apodos. El Señor de los Cielos, El Chapo Guzmán, El Mayo, El Lazca, El Loco, El Viceroy, Don Neto, El Azul, El Menso, El Tigrillo, El Barbas y La Barbie son los sobrenombres de algunos de los principales traficantes de drogas en el país.
Algunos de ellos ya están muertos, otros detenidos, unos más extraditados y pocos siguen prófugos.
Sus alias están ligados con aspectos idiosincráticos, como la Virgen de Guadalupe. Adoptan nombres de animales o usan localismos para referirse a insectos. Son rebautizados por su jerarquía dentro del narco o por sus características físicas. Y no falta alguno que sea nombrado por sus gustos, por moda o por una simple broma.
Así, el mundo del narcotráfico ha construido un estilo, en el que se mezclan desde el rango de importancia, el humor y el ingenio, para el uso de sus sobrenombres.
Por ejemplo, existen El Jefe, El Licenciado, El Hummer o El Juan Diego, El Mataperros, El Pozolero o El Minitoy. En estos casos sus sobrenombres aluden a su jerarquía, su físico y su actividad criminal.
Se sabe que en algunos casos, el alias es utilizado por las autoridades federales o locales para poder identificarlos más fácilmente o evitar los homónimos entre integrantes del crimen organizado y el resto de la población.
Tenemos así a El Mochomo, que era el apodo con el que se conocía a Alfredo Beltrán Leyva, hermano del otrora líder del Cártel de los hermanos Beltrán, a quien le pusieron así por las características que reúne una hormiga en Sinaloa. Se trata de un insecto al que se le designa mochomos, miden en promedio 10 veces más que una común, son de color rojo y muerden fuerte.
Su hermano, Arturo Beltrán Leyva, utilizó dos seudónimos en apariencia más simples, pero que probablemente reflejaban su personalidad y el rango que tenía dentro del grupo. A él se referían como El Jefe de Jefes o El Barbas.
Alguien a quien pusieron de sobrenombre el de un beato, ligado con el ritual mariano de la Virgen de Guadalupe, es José Alberto Quiroz Pérez, el Juan Diego, del Cártel Independiente de Acapulco.
A otro de los grandes capos sus enemigos le pusieron un mote relacionado con una muñeca, porque siempre cuidaba su aspecto. Era delgado y desde sus inicios como jefe de sicarios cuidaba su aspecto físico y su vestuario. Procuraba tomarse fotografías rodeado de mujeres guapas. Se trata de Édgar Valdez Villarreal, La Barbie.
Y si bien los sobrenombres son el eje común entre los integrantes de todos los carteles del país, hay algunos más llamativos como el de unos de los principales líderes de Los Zetas: Jaime González Durán, El Hummer. Aparentemente su seudónimo obedece no sólo a su físico, sino también a las camionetas que adquieren los sicarios cuando ascienden de rango en los cárteles.
Otro de los fundadores de esa organización, Jesús Enrique Rejón Aguilar, El Mamito, es uno de los que no tiene imitadores en el mote y estaría más vinculado a una posición machista.
Un alias que dista mucho de las acusaciones sobre su portador era el de El Ponchis, un sicario menor de edad acusado de degollar a sus víctimas y al que por cada asesinato le pagaban 2 mil 500 dólares.
Quien sí escogió un mote más rudo fue Baltazar Saucedo Estrada, de Los Zetas, acusado de ser el autor intelectual del ataque en el Casino Royal. Él se hace llamar El Mataperros, en alusión a que su misión era ejecutar a miembros del Cártel del Golfo.
El que no usaba ese apelativo y pasó a la memoria colectiva del narco como El Pozolero fue Santiago Meza López, a quien en realidad llamaban El Chango, pero que públicamente se le designó el primero porque confesó que se encargaba de desaparecer o cocinar a las víctimas del jefe de sicarios del Cártel de Tijuana, Teodoro García Simental, El Teo.
Uno de los apelativos más extraños es el de Juan Antonio Torres Hernández, de Los Zetas, a quien identifican como El Tanga.
Otra de las formas más comunes es usar las dos primeras letras de sus nombres. Por ejemplo, Ruperto Ruacho. Compadre de El Chapo, a quien simplemente llaman El RR.
Algo similar ocurre con José Jorge Balderas, acusado de haber disparado en el Bar Bar contra el futbolista paraguayo Salvador Cabañas, a quien también se le conoce por sus iniciales El JJ.
Hay algunos alias que se han vuelto demasiado comunes y se repiten entre los diferentes cárteles. A más de uno se le conoce como El Indio, La Rana, La Ranita, El Señor, El Diablo, El Luzbel, El Negro o El Comandante, entre otros.
La organización que tiene menos registros de apelativos extraños o llamativos, es el de Juárez o La Línea. Pareciera que en el grupo sus sobrenombres tienen una definición de rango, son pocos los que integran el humor y el ingenio, como el de Benjamín Valeriano, a quien llaman Cachitas. El caso de Amado Carrillo, al interior de esta organización se le llamaba, con mucho respeto, El Señor o El Jefe. Y públicamente las autoridades lo llamaron El Señor de los Cielos, por la flota de aviones en los que transportaba la droga.
En el caso de su hermano Vicente, le llaman sólo los muy cercanos El Viceroy, pero derivado de su nombre.
Otros tampoco se complican como José Jorge Costilla Sánchez, a quien se conoce con las primeras tres letras de su apellido y sólo se le añadió una s: El Coss.
CASO ESPECIAL
El Chapo
Se llama Joaquín Archivaldo Guzmán Loera
Le dicen así porque mide 1.55 metros. Se les dice Chapo a las personas de poca estatura en el occidente de México.
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